Sunday, May 14, 2006

El pais de no pasa nada

El tema de la corrupción en la pelicula La Ley de Herodes y la novela El Vuelo de la Reina

Hablar de corrupción es hablar del orden social. Es decir que más allá de la dimensión voluntarista y deliberada del acto, la corrupción no se limita al ámbito de lo ético-individual. Sino que es una acción social que tiene causas y efectos de alcance social. Entre las más amplias consecuencias de la corrupción institucionalizada está el freno para el desarrollo social, la creación de valores –o antivalores- en el modo de perpetración de la clase política al servicio de sus intereses, y la pérdida de la confianza dentro de la sociedad, de sus expectativas, de su futuro y de su propia visión dentro del mundo.
En general existe un acuerdo sobre la importancia que reviste el tema de la corrupción en las sociedades actuales, no así en torno a sus causas o el modo de combatirla. Sin embargo, lo que sí queda claro es la profunda instalación de éste fenómeno en las estructuras socio-políticas, particularmente en América Latina, en donde su presencia se hace crudamente visible y concreta.
A partir de ahí, la literatura y otras formas del arte como el cine, se han interesado en mostrar los diversos rostros de la corrupción y sus repercusiones sociales, políticas y culturales en la actualidad. Han reflejado la subjetividad de las sociedades y como éstas llegan a crear formas de coexistencia con la corrupción y sin embargo nunca parecen perder su asombro ante nuevos acontecimientos. Y es así, en esta doble dimensión plagada de fuertes contradicciones, que se vive en la sociedad latinoamericana.
En la mayoría de los casos, la literatura y el cine han escogido como blanco a la política y han optado por poner el dedo sobre la llaga. El entorno social es siempre uno en crisis, (ya sea política, económica o de valores), y los personajes son la clase política sin escrúpulos cuya única bandera es la de los privilegios personales a través del poder. Pero también la participación de otras instituciones sociales y la complicidad de los propios ciudadanos.
Una característica común en la sociedad Latinoamericana en el tema de la política y la corrupción, es que no existe una noción arraigada de la separación de la esfera pública y privada. Se trastocan el interés particular con el general, las finanzas públicas con las privadas y lo formal con la informalidad. Y esto puede verse en casi todos los espacios sociales y va desde la utilización de vehículos estatales para “salir de vacaciones familiares” hasta el uso del erario público para hacer viajes, compras y otras actividades.
En la película La Ley de Herodes (México, 1995) la imagen de Vargas y su esposa lanzando al aire el dinero de la municipalidad que acaba de reunir (por cierto a punta de pistola y de “leyes”), mientras sueñan que son ricos, es ilustrativa de lo anterior. Mismo dinero del erario municipal que utiliza para organizar una “elegante cena” con las personalidades mas importantes de la localidad, así como para ir al burdel y ‘’tomarse sus tragos.”
El recién nombrado funcionario estatal (Vargas) simboliza de este modo, la actitud de la casta política latinoamericana que no solamente se apodera de bienes públicos a través de actos fraudulentos, ilegales e inmorales, sino que además los hace evidente de modo escandaloso, con un estilo burdo y derrochador y sin el menor asomo de cautela. Esta “característica” de las clases en el poder, funciona así desde México hasta la Patagonia. Y por tanto lo vemos también reflejado en la novela de Eloy Martínez, El vuelo de la Reina, en donde Juan Manuel Facundo, hijo del Presidente de Argentina, después de haber depositado el dinero proveniente de la transacción fraudulenta de contrabando de armas, celebra una gran orgía gastándose muchísimo dinero en una sola noche. Acción que después se vuelve en su contra, en la investigación emprendida por el Director del Diario de Buenos Aires, el agudo y soberbio Camargo.
La corrupción descrita en esta novela (Argentina, 2002) es particularmente sensible al mostrar la estrecha relación entre la política y los medios de comunicación. En una sociedad enferma hasta los huesos (como dice el autor), el Director de un importante diario de Buenos Aires toma la decisión de ir hasta el fondo con una investigación política de gran magnitud sobre contrabando de armas. Las pruebas de este incansable periodista le conducen a personajes de la alta esfera política hasta llegar a la mismísima silla del águila –como diría Carlos Fuentes-, es decir al Presidente.
Este hecho está inspirado en la época del gobierno de Carlos Menem, cuando el gobierno argentino efectivamente envía armas a Croacia entre 1991 y 1995, violando disposiciones internacionales de vender armamentos a esa y otras naciones involucradas en el conflicto de la antigua Yugoslavia. Lo mismo con Ecuador en el ano 1997, cuando éste libraba una guerra con Perú a causa de un conflicto limítrofe, en el cual Argentina era supuestamente garante de la paz.
Durante la época menemista, los medios de comunicación ejercieron investigaciones y críticas encarnizadas al gobierno a pesar de las presiones políticas y la Novela de Eloy Martínez (periodista investigativo, él mismo) refleja justamente las dificultades de desentrañar públicamente acciones corruptas organizadas y manejadas desde las más altas esferas del poder. Por otro lado la novela muestra la maraña de relaciones que generalmente se aglutinan en torno a la corrupción y que se personifican en varios ministros, funcionarios administrativos, asesores e inclusive algunos medios de comunicación cooptados.
En tiempos de democracia, hasta la corrupción tiene libertad de acción particularmente en sociedades y estados débiles. De ahí que la función pública y social otorgada a los medios de comunicación como vigilantes del actuar político, adquiere mayor relevancia en sociedades con frágiles instituciones y poca regulación. Tanto así, que los medios de comunicación pueden incluso llegar a sustituir virtualmente a las propias instituciones encargadas de investigar las prácticas de corrupción como la Fiscalía y Procuraduría de la Nación.
El cuarto poder (como se le denomina a los medios de comunicación) tiene por tanto una función crítica para las sociedades latinoamericanas y de ellos depende la denuncia de prácticas políticas y sociales corruptas y hasta su sanción. Pero hay que reconocer que no todos los episodios de corrupción política tienen un impacto en la opinión pública. Y por tanto depende de la persistencia investigativa de los medios, atraer la atención pública hasta generar un verdadero escándalo. En cada una de estas etapas, la función de los medios de comunicación es crucial para llevar el conocimiento sobre lo que ocurre y el juicio que se formula acerca de ello nace de la atención que le dedican las noticias.
El nivel de aceptación que tiene la corrupción entre los mismos miembros de la casta política, como una practica más o menos regular, se refleja en los diálogos de los personajes envueltos. La corrupción no es por tanto sancionable en si misma al ser colectiva y por tanto la impunidad es su hermana favorita. Cuando Camargo contradice al Presidente y le dice que un juez ha declarado culpable al ministro que acaba de ser encontrado muerto, éste ultimo le replica: Un juez, un juez! ¿Que significa ya eso?
También es común en los diálogos entre Camargo y Enzo: ¡”Quien sabe cuantos hacen lo mismo y ninguno va en cana”! le responde el secretario servicial del Presidente al Director del diario. Por lo tanto, apelar a la honestidad es una pérdida de tiempo, pues no es que otros no sean corruptos, sino que algunos se logran zafar mejor de la justicia.
En el caso de la ácida película mexicana La Ley de Herodes (1999), la corrupción que vemos pude calificarse de troglodita y “primitiva”, tan rampante y visible en prácticamente todas las esferas (incluyendo la religiosa), que se vuelve hasta irrisoria. El efecto que produce en los espectadores es una mezcla de espanto y frustración sobretodo para quienes están más acostumbrados a las “nuevas” formas de corrupción, digamos, más “modernas” y complejas que dificultan su visibilización y por tanto su sanción penal o política. Así como para los que aseguran que la corrupción es exclusiva del ámbito político y que las instituciones sociales son un reflejo pasivo de ésta.
En este sentido, hay un punto interesante en cuanto a la corrupción común en América Latina. Generalmente la corrupción está siempre más asociada a la política y al Estado que a la sociedad como receptora de prácticas corruptas. El ciudadano promedio mantiene que todos los políticos son corruptos, olvidando que los que llegan al poder han sido formados dentro de la misma matriz cultural, política y social. Y que los primeros contactos directos con la corrupción alcanzan también otros ámbitos de la vida social donde se pueden aplicar normas de conductas, es decir, en todos.
Por un lado mientras se evaden multas de tráfico y pago de impuestos y se promueven prácticas “familiares” de inserción laboral, se critica la corrupción de los funcionarios políticos, el uso de bienes públicos y el favoritismo político. Lo último que es sin duda crítica legítima no tiene sin embargo sustento en las propias formas de relaciones cotidianas tejidas fuera del ámbito político. Así, la relativización y coexistencia con la corrupción en distintos niveles constituye un modo de vida regular en los países de América Latina.
En la Ley de Herodes el tono universal –aplicable a las sociedades de AL- en la crítica al burocratismo, la corrupción y funcionamiento de las instituciones al servicio de unos pocos es clara y ampliamente reconocida como regla mas que como excepción. Pero lo verdaderamente interesante de la película, es que su critica no se conforma con caricaturizar a las instituciones políticas, sino que además pone en relieve las características de una cultura política subyacente en el imaginario social y colectivo en términos de creencias, valores, predisposiciones y actitudes de los individuos y que cruza a todas las instituciones sociales incluyendo la religión. Y que también se extiende en América Latina, a los medios de comunicación, empresas y hasta centros de enseñanza.
Por tanto la corrupción vista desde diferentes perspectivas tanto psicosociales como sociopolíticas y económicas, se ve reforzada por sistemas de valores –o antivalores- imperantes que hacen de su práctica un medio rápido para alcanzar objetivos que de otro modo pueden ser difíciles y hasta imposibles de conseguir. Por ejemplo, el ascenso social y económico, la apertura de oportunidades, el mantenimiento del poder y el mantenimiento del control sobre los demás.
Por eso, hay que evitar caer en la simplificación al momento de llegar a conclusiones sobre lo que ocurre en América Latina. Y no hay que menospreciar el carácter colectivo de la corrupción, ni las condiciones para que florezca. En la corrupción, como en el tango, se requieren de dos partes para bailarla: por un lado el que la ofrece y por el otro el que la recibe. Y para que esta condición se mantenga en el tiempo y en la impunidad relativa, tienen que existir otros factores como la permisividad y la incertidumbre social, el materialismo, y el tipo de sistema tanto político como económico imperante que también hace su parte en la creación, fortalecimiento -o no- de valores comunes e inclusive en el florecimiento de otro tipo de valores.
Por supuesto, esto no significa que la percepción colectiva que se tiene sobre los actos de corrupción política sea exagerada o errónea, al contrario, diría que muchas veces es hasta corta si tomamos en cuenta aquellas prácticas corruptas que nunca lograran ventilarse en su totalidad y magnitud. Así como en la medición exacta de sus consecuencias sociales y económicas. Pero a menos que el grado de corrupción haya alcanzado niveles sistémicos, la corrupción política reflejada en el liderazgo, administración, burocracia y normas, es la primera en ser identificada y reconocida. Con el riesgo de simplificar un análisis más amplio del fenómeno de la corrupción social, que permita acceder a un mejor apuntalamiento en el análisis de la corrupción política.
Si bien el propio concepto de corrupción -más o menos aceptado por la mayoría- tiene que ver con el uso de la posición y el poder públicos por medio de mecanismos ilegítimos e ilegales para obtener beneficios personales, la corrupción no puede considerarse como exclusiva de lo político. Hay que reconocer sin embargo, que tanto la película analizada, como el libro de El Vuelo de la Reina, ponen el énfasis en la corrupción del sistema político y por tanto sus repercusiones en la sociedad. Esto lo desarrollare a continuación.
Regresando a la película analizada, en San Pedro de los Saguaros (La Ley de Herodes), pueblito pobre y abandonado en México, la corrupción social es avasalladora. El municipio, que funge como microcosmos representativo de la sociedad mexicana durante el mandato del PRI (caricaturizado, claro está y sin dejar de criticar al sistema de partidos políticos en su conjunto), no tiene en toda su estructura social un área libre de la corrupción. Las autoridades y enviados políticos han establecido prácticas de corrupción con los ciudadanos locales reforzando una cultura de asimilación, mantenimiento y reproducción de las mismas. Por tanto, la interacción social termina tejiéndose y basándose justamente en ese modo de orden social.
Las relaciones con los demás miembros, desde los emisarios del estado -que por cierto no tienen legitimidad en la comunidad-, hasta los “lideres espirituales”, negocios, hijos, criados, esposas, etc, se rigen por relaciones de intereses, pago de coimas y “ajustes de cuentas”. Nadie parece poder sobrevivir fuera del entramado sujeto a las relaciones corruptas. Y esto se representa como un círculo vicioso que no se sabe donde empieza y donde termina, y que es finalmente la percepción generalizada de las sociedades que la padecen. Determinar quien es el primer responsable, y quienes son los responsables pasivos se convierte en un juego sin salida cuando la sociedad adquiere niveles colectivos de corrupción. Y al final esto puede desembocar en la exculpabilidad de todos con la máxima de: si todos somos culpables nadie lo es por definición. O aquella popular que reza: quien esté libre de culpas, que lance la primera piedra. Así las cosas, los verdugos pueden ser victimas y las victimas pueden convertirse en verdugos. Al final la vencedora es la desconfianza generalizada, la pérdida de expectativas, la desilusión y hasta la pérdida de la identidad colectiva. El tango nacional se vuelve entonces, una música de lamentos y de sentimientos trágicos y derrotados.
Esto ultimo guarda relación con lo que podríamos llamar condiciones favorables (y hasta alentadoras) para la corrupción y tiene que ver con el régimen político. Una democracia formal que coexiste con la democracia real que es la que viven los ciudadanos reales, y por tanto la que se impone. En la cual no solamente reina la impunidad como práctica socialmente aceptada (con aquella máxima de “todo el mundo lo hace” y “así nos entendemos”, como le dice la dueña del prostíbulo a Vargas en La Ley de Herodes), sino que además se premian los actos de corrupción por considerarse llenos de “viveza”, ingenio y creatividad. Así se lo hace saber el jefe de Vargas cuando llega al pueblo y se entera de las prácticas que lleva el jefe de distrito municipal (Varguitas) para llenar las arcas del municipio por medios fraudulentos. Su asombro ante el dinero acumulado, le hacen soltar una carcajada de aprobación y hasta asombro por la “capacidad” creativa del subordinado. La máxima de la película, es quizás la máxima de la corrupción: En el país de sálvese quien pueda, la única certeza es la Ley de Herodes: o te chingas o te jodes.
Es interesante notar el énfasis que hace la película en el sistema político que alienta la corrupción. En el personaje de Vargas encontramos inicialmente un asomo de iniciativa por realizar lo que le es encargado por el Partido según discurso oficial y retórico: llevar la justicia social y la modernidad, pero al darse cuenta de cómo funcionan las cosas y sin condiciones presupuestarias de llevar a cabo lo encomendado, acaba aceptando las reglas del juego institucional. Una pistola y la Constitución, son sus instrumentos mas efectivos para acabar convirtiéndose en un funcionario corrupto ejerciendo la violencia y el poder de administrar la “ley”. Por tanto el Estado es representado como una herramienta de unos pocos para poner a su servicio a la gran mayoría. La Pistola simboliza la coacción para intimidar a la población y la Constitución es usada como caja chica para guardar el dinero recaudado por medios fraudulentos como la interpretación de la ley al antojo de quien la porta. Es el símbolo del uso corrupto que se hace de ella, cambiando al antojo de quien se proclama su defensor.
Uno de los efectos empíricos más visibles de la corrupción, es justamente la creación de redes infinitas que hacen posible las operaciones a todos los niveles, así como el grado de inter-dependencia que origina entre los personajes involucrados. Por ejemplo en le película vemos como a Vargas le preceden una serie de jefes (su jefe tiene otro jefe que tiene otro jefe…) y si a uno le va mal, a los demás también les salpica. De igual forma, la red de la corrupción tanto en el pueblo mexicano, como en la urbe argentina, aglutina a un número potencial de individuos cada uno jugando una función dentro de la escalera de la corrupción. Y es tan corrupto tanto el ayudante de Vargas que observa los desmanes de su jefe y le ayuda en algunas tareas, como el ministro de armas de Argentina que autoriza con su firma la salida de armas, por ejemplo. O el asesor fiel que le cubre las espaldas y le defiende públicamente mientras se da a la tarea de distraer la atención con estrategias y maniobras políticas.
Por eso, la labor de quitarle la máscara a los corruptos y sancionarlos adquiere matices complejos, tal y como se lo hace saber Enzo Maestro a Camargo durante el funeral del ex ministro Valenti. Camargo le dice que lo de Valenti (el supuesto suicidio) es apenas el principio, a lo que Enzo responde: “Acá no hay principio ni fin. En este país siempre parece que está por pasar algo terrible, y no pasa nada. Todo va a seguir igual, vas a ver” (Pág. 35). Apuntalar la corrupción seria algo así como intentar tapar una herida, mientras la pus sale por otro lado.
Para muchos la corrupción es una manera de aceitar el sistema para que este éste no colapse, con ella se pueden hacer pasar leyes y lograr una cierta estabilidad política necesaria para llevar a cabo reformas económicas o sociales. Por otro lado, algunos dicen que el énfasis puesto en la corrupción puede ser hasta negativo, si se utiliza como bandera política mientras se distrae la atención publica de las verdaderas causas que la promueven o de los problemas más profundos. Y a la vez permite que lideres de dudosas capacidades lleguen al poder por la fuerza del discurso anti-corrupción o corrupción cero.
En fin, el tema de la corrupción es amplio y lleno de matices. Lo relevante del cine y la literatura es que saben retratar con destreza y dominio, los episodios más inverosímiles y las contradicciones más oscuras en el seno de las sociedades contemporáneas. Y sobretodo, el impacto que tiene en las colectividades más vulnerables y afectadas. Retratan por un lado el poder corrupto y los privilegios de una minoría y por el otro, los estragos y traumas sociales que causa la reproducción y mantenimiento de una cultura basada en este tipo de prácticas, así como la capacidad degenerativa y aglutinadora del fenómeno de la corrupción. Ambas, la novela y la película llevan la trama con impecable estilo ácido y critico, tocando el tema de la corrupción y de la impunidad con las dos manos y sin asco. En ese sentido solo resta por decir, que el ultimo trago amargo lo toma el lector-espectador-ciudadano-de-América Latina.



1 comment:

Anonymous said...

Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.

- Daniel