Saturday, September 05, 2009


El museo anticomunista

En mi caminata por las calles de Praga me encontré con un afiche del museo del comunismo y decidí visitarlo. Para mi sorpresa, el museo está en una de las calles más concurridas de comercio, en el edificio del Casino Palais Savarin, frente a un McDonald´s. Nada curioso hasta ahí. Lo verdaderamente llamativo es el afiche en la entrada: una tradicional muñeca rusa rubia, de ojos asesinos y dientes afilados listos para devorarte. Difícil apartar la vista y olvidarla.
Al pie de la escalinata otra figura nos espera. Es el mismísimo Stalin que da la bienvenida con el dedo índice apuntando hacia el horizonte. Abajo se lee:

Sueño. Realidad. Pesadilla.

Tres palabras poderosas que se reproducen en las postales, camisetas, gorras y tazas de café del “Gift Shop” comunista. Pago mi entrada. “Esto estará interesante”- pienso. La alfombra roja del pasillo tiene cara de haber acumulado el polvo de los últimos 50 anos. Me logra transportar.

En la primera sala están Lenin y Marx, fotos del primer presidente del régimen junto con Stalin, diversos bustos de mármol y banderas rojas. La historia del comunismo está narrada en breves textos que cuelgan de la pared. Me tomo el tiempo de leerlos uno a uno y avanzo pacientemente junto con los demás visitantes. Me llama la atención ver que la mayoría son jóvenes. En realidad el museo es un sitio austero y lo mejor que tiene –en mi opinión- es la colección de afiches de propaganda y los cuadros de arte producidos por el realismo socialista. A partir de ellos es posible reconstruir la imagen que el gobierno comunista tenía de sí mismo.

En el campo y en las fábricas, los rostros sonrientes y vigorosos, ven hacia el horizonte prometedor. Los trabajadores siempre están dispuestos y son voluntariosos sin querer o esperar nada a cambio. Los trabajadores del campo aparecen con los brazos cargados de trigo y rodeados de frutas, legumbres, leche que entregan a los camaradas de la ciudad. Los obreros en las fábricas, hombres y mujeres, son fuertes, viriles, orgullosos de su trabajo y defensores de la revolución. Los deportistas rubios y fornidos, avanzan siempre hacia más victorias como trenes imparables. Todos portan con orgullo la bandera de la patria.
De pronto, casi sin darme cuenta, paso de la mirada confiada y valiente del obrero, a un cuarto gris y frío. Entro. Al fondo hay un escritorio con dos sillas, un teléfono negro y un verde y viejo archivero. No sé que es, pero me invade una sensación de opresión, como si estuviera en un interrogatorio. Y sí, me parece que sí. Le doy la vuelta completa al cuarto y siento que algo me observa así que decido levantar la vista. Sobre la puerta está una fotografía en la que aparece un rostro aterrorizado y torturado que grita. Me da un terrible escalofrío por la espalda. Desearía no haberlo visto.
Pronto salgo y me refugio en el siguiente espacio. Es una pequeña sala con una televisión que proyecta un corto video con imágenes de archivo. Me siento en la parte de atrás. Conmigo hay 4 o 5 personas.

El video comienza presentando unas cifras sobre la destrucción ecológica y contaminación ambiental como consecuencia del modelo de “desarrollo”. Un modelo que está basado en el crecimiento infinito sin reparar en el costo humano o los problemas que genera y cuyas facturas se van acumulando. Modelo que, apartando el eslogan, produce ahora como ayer trabajadores forzados, recluidos, hambrientos y pobres.

Luego aparecen imágenes de los años sesenta, setenta y ochenta.

Son principalmente imágenes de represión de manifestaciones y protestas cívicas. La historia del joven que se incendia frente al palacio de gobierno, como símbolo de protesta ante lo que considera un régimen represivo, controlador y totalitario. Ahí también están las mujeres ofreciendo rosas a los guardias que imponentes, avanzan con sus tanques.

(Dice Kapuscinski que la mayor debilidad de la cultura es que es incapaz de detener el asesinato)
Finalmente, el video cierra con la música de un famoso cantante checo, cuya letra completa quisiera haber podido retener. Algo de los subtítulos va más o menos así: “Gracias por lo feo, porque con ello conocí la belleza; Gracias por tu violencia, porque con ella aprendí a esforzarme por la paz; Gracias por tus golpes porque con ellos aprendí a buscar la caricia”.

¿Sueño. Realidad. Pesadilla?

Al final del recorrido hay que pasar nuevamente por el “Gift shop” comunista. Hay un grupo de turistas comprando camisetas y postales. La más solicitada es definitivamente la muñeca rusa de dientes afilados. ¿Metáfora del comunismo? ¿Cuántas capas, cuántas muñecas hay que abrir antes de saber lo que está adentro? Me llevo la reflexión mientras salgo. Es el museo comunista más anticomunista que he visto y el McDonald´s de enfrente está a todo reventar.

Primavera, Praga 2009.